viernes, 31 de mayo de 2013

¡Mujeres!

Otra vez me ha vuelto a pasar, dejar el blog abandonado! La verdad es que dejaré de prometer que voy a escribir más porque con esto soy mujer de poca palabra...

Hay una pequeña excusa para no haber escrito hasta hoy. Sabéis que soy un poco intensa en mis escritos, y contra más me choca lo que voy viendo por el mundo, más intensa soy y más ganas de escribir me dan, pero Tailandia no me ha chocado culturalmente ni socialmente, de modo que las ideas van y vienen pero nunca pesan lo suficiente como para que me den unas ganas imperiosas de escribir. No obstante, que no me haya chocado no significa que no me haya gustado, au contraire!

Primero, y para no abandonar la chocante Índia, he de decir que a nuestra llegada al aropuerto de Bangkok, Marta y yo nos quedamos alucinadas a la par que nos alegramos enormemente de ver que había... ¡Tantas mujeres trabajando! Os parecerá una tontería, pero agradecimos ver que la mujer en este país no era un cero a la izquierda como en la mayor parte de la Índia, que la mujer trabaja, que la mujer hace y deshace, lo que debería ser normal, vaya. Otra cosa que nos apasionó y de la que os hablé en el primer post de todos sobre la Índia era el ruido ambiental a base de cláxons y tráfico desordenado, pues bien, en Tailandia ni rastro de cláxons ni de conducción temeraria ni nada! No sabéis lo que es ir por la calle tranquila, sin temer por tu vida y además sin el condenado ruidito de las bocinas, una maravilla!

Dejadme que os sitúe un poco en cuanto a la ruta que hicimos: empezamos en Bangkok dejándonos el paradisíaco sur del país para principios de julio, nuestro destino era el norte del país para llegar a la frontera con Laos, así que fuimos subiendo haciendo parada en los lugares más emblemáticos (sí, emblemáticos significa con ruinas budistas). Después de Bangkok, que nos encantó incluso para vivir (aunque la zona más turística poco tiene que envidiar a Lloret de Mar), vino Kanchanaburi con su puente sobre el río Kwai y el parque natural de las Erawan Waterfalls; después vendría Ayuttaya, repleta de unos templos espectaculares, donde conocimos a Khalil, un griego maravilloso con el que pasamos muy buenos ratos; después más templos en Sukhotai; después Chiang Mai, donde nos dimos un masaje de pies orgásmico y donde aprendí a cocinar algunos platos thai; Pai, donde conduje por primera vez una moto (ojo que me encantó, cuando vuelva corriendo a sacarme todos los carnés posbiles!) y donde pudimos vivir la fiesta del agua, el Songkran, en nuestras pieles, de hecho, el día que alquilamos las motos era el día fuerte y no nos dieron tregua, lanzaban cubos de agua a todo diós sin importar si ibas en moto o no; y finalmente llegamos a Mae Hong Son, donde, otra vez, vivimos el Songkran, esta vez unidas a una cabalgata con unos locales borrachos de edad avanzada que nos hacían bailar, esta fue una de las mejores experiencias en Tailandia, ese día se me mojó hasta el carné de identidad (bueno, el pasaporte...). Y bien, de ahí volvimos a Chiang Mai para desplazarnos hasta la frontera con Laos, en Chiang Khong.

Pues bien, este país brilla por su gran cantidad de templos budistas, al principio es muy emocionante, todos te parecen muy chulos, haces mil fotos, y luego a medida que vas llegando a diferentes sitios y vuelves a verlos... Acabas un poco hasta la coronilla, pero por alguna razón te siguen pareciendo apasionantes, la verdad es que es una relación amor-odio un poco extraña, cada lugar y cada templo tiene su nosequé especial que engancha, y a pesar de que pueda resultar un poco agobiante tanto buda y tanta stupa suelta, la arquitectura y los paisajes que desprende la doctrina del budismo tienen una belleza excepcional. He de decir que no sé en qué momento alguien se dedicó a decapitar las esculturas con la forma de Buda, con lo que en algunos momentos resultaba un poco sádico aunque se tratara de piedras...

En general los paisajes en este país no han decepcionado para nada, en el norte los parajes son bellísimos, verdes verdes, con cascadas azul turquesa que parecen salidas de películas de ficción o anuncios de desodorante (por eso del frescor y el oler a limpio como la naturaleza), sus insectos majos haciendo ruidos molestos (hay uno en especial que suena como un destornillador, pf! Qué sonido tan tóston!). El día que más vivimos esta naturaleza fue en Pai, donde estuvimos en la jungla más de 5 horas buscando una cascada por caminos no marcados; en algún momento sufrimos por nuestra integridad física... Pero la sangre no llegó al río, sinó que fuimos nosotras las que conseguimos llegar a la cascada, pero tan destrozadas!

Tailandia es un país extremadamente turístico, vayas a donde vayas encuentras muchísimos turistas o viajeros. Sinceramente, contra menos turistas hay mejor, pero qué voy a decir yo... Si soy sólo una más entre tantas! Lo que sí da grimilla ver es todo el turismo de viejetes adinerados que vienen a ligarse a tailandesas jovencitas, pero bueno no me puedo meter con ellos porque los dos salen ganando: uno a base de viagra se va echando los últimos polvos de su vida y la otra que se va lucrando del viejuno... ¿Qué más se puede pedir?

Para terminar os dejo con algunas curiosidades de este país monárquico, y recalco lo de la monarquía porque todo va ligado... Resulta que las calles de todo pueblo o ciudad están repletas de fotos gigantes del rey y de su família pues... ¿Sabíais que si te pilla la policía o algún ciudadano mofándote de ellas te vas directo al calabozo? Y que si pisas un billete (que todos tienen la cara del rey) y te pillan, te pueden multar!! Además de que son extremadamente estrictos con el tema de la posesión de drogas y te pueden enchirolar para toda la vida, sí, sí, para toda la vida y sin posibilidad de salir de prisión! Eso sí, también dicen que es fácil sobornar a los polis... Son así de estrictos y luego en Kao San Road, en medio de la calle, puedes falsificar todos los documentos de identidad que te puedas imaginar y eso no está perseguido... En fin, estas cosas pasan en todos lados, ¿no?

martes, 2 de abril de 2013

I'm gonna make you smile

A nuestro paso por Calcuta estábamos decididas a empezar a satisfacer nuestras ganas de hacer un voluntariado, de participar, compartir, ayudar y cuidar desinteresadamente a aquellos que lo necesitaran. ¿Por qué Calcuta? Primero de todo, porque puedes ayudar sin pagar, lo cual me parece lo más lógico y racional del mundo, y en segundo lugar, porque esta gran ciudad con 14 millones de habitantes es mundialmente conocida por la presencia y el trabajo, durante años, de una enviada de Dios, la madre Teresa y su séquito de sisters, claro.

Dios la mandó para intentar evitar que en las calles de esta urbe no hubiese cerca de 4 millones de personas desamparadas, sin techo y en unas condiciones de vida desastrosas, y he de decir que viendo el panorama general en Índia esto es una gran utopía; pero bueno, volvamos, la mandó para eso y ella junto con el resto de su hermandad de Missionaries of Charity consiguió emparar a centenares de personas en sus hospitales, escuelas y residencias. Pues bien, nosotras a las 7 de una calurosa pero lluviosa mañana ya estábamos listas para lo que se nos viniera encima, con ganas de ayudar y saber, por vez primera, que se sentía al tomar parte en un voluntariado de este calibre.
 

Una vez registradas, se nos comunicó que ibamos a ir a ayudar a Prem Dan, un hospital de mujeres con largas enfermedades. Bien, así es como nos lo explicó una española que conocimos, pero a mí me pareció mucho más una residencia de mujeres tristes y maltratadas, mujeres que necesitaban que alguien les devolviera una sonrisa, mujeres que habían nacido como yo, como vosotros, pero que el paso del tiempo, las famílias en qué nacieron y las personas que las rodearon las fueron aminaroando y creando seres desvalidos y condenados perpétuamente a un letargo de tristeza.

Imagino esas mujeres que una vez fueron niñas felices, sin preocupaciones, sonrientes e inocentes y las veo ahora sentadas en esas sillas, como almas moribundas que esperan el final en soledad. Qué miradas tan tristes, sus cuerpos pequeños y huesudos, sus cabezas rapadas, sus arrugas... Parecía que cada una de ellas había perdido su propia identidad hacía muchísimo tiempo. A pesar de todo lo que estas mujeres llevan encima, tienen la suerte de contar cada día con decenas de voluntarios dispuestos a regalarles sonrisas, darles cháchara, hacer que sientan el calor de tu piel contra la suya para darles un instante de seguridad, hacerles sentir que ese vínculo que en un momento de sus vidas se desvaneció está ahora presente, esa mano recorriendo sus mejillas hundidas haciendo salir de esas bocas desdentadas un bella sonrisa y una mirada de complicidad que llena a cualquiera.

El primer día fui espectadora de una escena tierna, de un grito a la necesidad de cariño, de evitar la soledad mediante el contacto: después de la comida, cada mujer se dirigía a su cama a echarse una siesta, yo estaba entrando al gran dormitorio cuando vi dos ancianas en camas contiguas que se daban la mano, se palpaban, inspeccionándose mútuamente con los dedos, sin hablar, sin cruzar sus miradas, pero sintiéndose en este mundo gracias al calor de sus pieles. Bien, creo que por muchos detalles que os diese de lo que vi... No puedo acabar de explicar al 100% lo que sentí al ver esa imagen, sólo puedo deciros que se me erizó la piel al instante.

Cuando acabó la jornada me sorprendió escuchar de refilón una conversación, una chica le decía a una mujer que ahora que había visto esto tenía que rezar más, y yo me pregunté ¿para qué? ¿Para que estas mujeres vuelvan a tener algún día la vida que merecieron? ¿Para que algunos hombres no quemen con ácido a sus mujeres? ¿Para que no haya mujeres violadas? ¿Para que el panorama cambie gracias a la ayuda divina? Muchos dioses harían falta para solucionar lo que sucede en esta sociedad, las desigualdades, la pobreza extrema, los maltratos, el analfabetismo... un sinfín de causas que provocan inefablemente un bucle de efectos negativos, un pez que se muerde la cola, unos inetereses económicos que desplazan, como siempre, al pueblo mundano.

No, ningún dios hará que esto cambie por mucho que los creyentes le recen. Hey, pero no os preocupéis, nosotros podemos hacer sonreír esas personas cada día un poquito, ¿qué cuesta una sonrisa?


sábado, 23 de marzo de 2013

En busca de la tranquilidad

Desde la última vez que escribí han pasado muchísimas cosas, por lo pronto han sido cuatro trenes, ocho autobuses, doce paradas (Delhi, Jaipur, Pushkar, Ajmer, Jaisalmer, Jodhpur, Udaipur, Ahmedabad, Jalgaon, Aurangabad, Mumbai y Gokarna), ocho hoteles, un dolor de barriga, una magnificiente obra de arte realizada por el ser humano (las cuevas de Ellora), tres fuertes (Jaigarh Fort, Mehrangarh Fort y Jaisalmer Fort), tres lagos sagrados (Pushkar, Jodhpur y Udaipur), un camello, un desierto, la noche más estrellada de mi vida, una parejita de catalanes que no se nos escaparán, una clase de dibujo, una cabaña en la playa y miles de palmeras. Por supuesto, a todo ello nos han acompañado centenares de vacas, perros y suciedad, como es costumbre en Índia. En todos estos días que han pasado he tenido tiempo de maravillarme, horrorizarme, sorprenderme, agobiarme y estresarme y de acalorarme.

Me ha maravillado que el ser humano sea capaz de modelar templos insertados en montañas rocosas tantos siglos atrás y que ahora podamos admirar tan inmaculado resultado, tantos cientos de años de esfuerzo delante de unas miradas sobrecogidas por la magnificencia de tales obras de arte; también me ha maravillado dormir en las frías dunas del desierto del Thar bajo una población de estrellas infinita, jamás había visto tantas! Me ha horrorizado la mujer condenada al polvo, a la carga de materiales pesados, la mujer expuesta a enfermedades respiratorias, la mujer pidiendo comida en la calle con su pequeño desnudo a sus espaldas, me ha horrorizado que la mujer soltera o viuda quede en los últimos escalones de la sociedad. Me ha sorprendido, y no dejará de hacerlo, cuan exóticos somos a ojos de los índios, hemos pasado momentos preciosos rodeados de hombres, mujeres y niños mirándonos, sonriéndonos, cuchicheando y gesticulando sobre mi piercing (ha causado furor) preguntándose cómo he sido capaz de hacerme uno en ese sitio tan extraño, nos han regalado PEGATINAS, nos hemos hecho fotos, hemos hecho reír a ese grupo con nuestras tonterías y nuestro poco sentido del ridículo... Estos pequeños momentos hacen apreciar las diferencias culturales, el respeto y la admiración que podemos llegar a sentir los unos por los otros. Me he agobiado y estresado porque las grandes ciudades índias son caóticas, altamente ruidosas, están plagadas de vacas y por consiguiente de sus excrementos, porque tienes que estar pendiente de que no te atropellen contínuamente, porque hay mucha contaminación, y porque después de aguantar esto durante días apetece como nunca un sitio tranquilo, silencio. Por último me he acalorado, he sudado por todos vosotros amigos, soportando casi 40° con la mochila a las espaldas y andando en busca de hoteles, estaciones de tren o de autobús; calor durante el día, calor durante la noche... Calor, calor, calor!

Pues como estábamos cansadas de tanta ciudad decidimos ir en busca de la tranquilidad. En Aurangabad conocimos a Lawrence, un chico francés que nos recomendó Gokarna si lo que buscábamos era un sitio para relajarnos y desconectar. Así que nos hicimos con unos billetes de tren y pasamos en total unas 20 horitas de viaje, con Mumbai entre medio que, por cierto, nos sorprendió gratamente por su vegetación selvática, sus edificios coloniales, sus parques, su orden y sus poquísimas vacas!

Así, el 19 de marzo llegábamos a Gokarna, estado de Karnatka, al suroeste del país, donde nos recibía una vegetación poblada por miles de palmeras, bananeros, carreteras de arena rojiza y, en resumen, todos los colores cálidos que podáis imaginaros contrastando con el verde intenso de la flora de la zona. Una vez situadas en una pequeña cabaña a pie de playa supimos que habíamos acertado, habían valido la pena las horas de tren, el calor y el cansancio. Lo supimos cuando nos dimos cuenta de que el único sonido que nos acompañaba las 24 horas del día era el de las olas del mar, unas veces más enfurecidas que otras, pero el primer y último sonido del día... El mar. Bello. Relajante. Tranquilo. Adormecedor. 

Ahora nos queda el último sprint indio, una vez dejemos atrás la playa vamos de nuevo hacia el caos, dirección Calcuta, donde pasaremos nuestros últimos 5 días en este gran país.

viernes, 1 de marzo de 2013

Love made of marble

Un sábado 23 de febrero a las 6 de la mañana sonaba el despertador, no me costó levantarme, al contrario, iba a ver el Taj Mahal... por primera vez madrugaba para ver un monumento y, creédme, valió la pena hacerlo. Después de un buen desayuno nos dirijimos a la entrada sur del mausoleo, rodeado por una gran muralla rojiza. Una vez pasado el control de seguridad empezaban los nervios aquellos de "joder Agnès, que vas a ver el Taj Mahal, jo-der!", es decir, de esos nervios que tienes que convencerte a ti misma de que vas a hacer o ver algo tan guay que no sabes si estás soñando o qué.

Pues ni en mis mejores sueños había imaginado el Taj Mahal como lo es en realidad, es más, entre mi imaginación y la realidad había un grandísimo abismo. Después de pasar la primera puerta principal, un manto verde se extendía a mis pies, un carril de agua azul turquesa separaba ese césped cuidado al milímetro y a lo lejos... La grandilocuencia hecha de mármol blanco, un blanco brillante e impecable. Ese momento en que todos los turistas vemos el mausoleo de frente por primera vez estoy segura que es de foto: decenas de bocas abiertas, expresiones de sorpresa que vienen desde todos los ángulos del perímetro, centenares de disparos de cámaras fotográficas... En resumen, puedo deciros que el Taj Mahal es realmente alucinante, flipante, acojonante, impresionante y todo adjetivo que sirva para describir la magnificencia y la perfección de esta obra arquitectónica.

Y todavía no he hablado del romanticismo que se respira en cada rincón de esta obra de arte, pues el emperador Sha Jahan, a raiz de la muerte de su esposa preferida, Mumtaz Mahal, que falleció dando a luz a su decimocuarto hijo, quedó tan sumamente desconsolado por la pérdida que acto seguido mandó construir el Taj Mahal como ofrenda póstuma. Además, este sería el templo donde, una vez muerto el emperador, yacerían juntos para siempre.

Podría mirar de hablaros más de lo que vi y sentí aquel día, pero se me hace difícil ir más allá de estas palabras, sólo puedo deciros que si váis de viaje a Índia, no podéis dejar pasar la oportunidad de ver esta maravilla.

Pieces of Varanasi

#view from Ganga#sunrise from ganga
#sadhu
Varanasi, un álbum en Flickr.

martes, 26 de febrero de 2013

Shock cultural a orillas del Ganges

Llegué a Varanasi el 18 de febrero después de mi primera experiencia en un tren indio junto con Marta y dos chicos suecos que conocimos camino a Gorakhpur. Compartimos 6 horas que nos dieron para hablar, dormir, aprender a contar hasta 5 en hindi con una estudiante que estaba ilusionadísima por conocer extranjeros pero, sobre todo, estas horas nos dieron para ser la atracción del departamento donde estábamos sentados los únicos cuatro guiris del vagón.

A las diez de la noche llegamos a la ciudad sagrada y, guiados por Adrian y Fabian, los suecos que ya habían pasado por ahí, fuimos en busca de un hostel. Después de dos intentos fallidos, por fin dimos con uno. Mientras buscábamos donde hospedarnos no pude abrir la boca, estaba sumamente impresionada con todo lo que veía entre la oscuridad de los ghats: vacas por todos lados, perros famélicos y enfermos, un olor fuertísimo a orines que me cortaba la respiración, el río Ganges tan sucio como me habían explicado y, por encima de todo, este estado de shock se engrandeció al llegar al "burning ghat". En este ghat se incineran cadáveres las 24 horas del día ininterrumpidamente, no importa la hora que sea, siempre hay fuego, es decir, igual que la vida, la muerte también está presente en todo momento.

A la mañana siguiente calentaba el sol, los ghats brillaban por su bullicio y ardían más fiambres que la noche anterior. De las primeras imágenes a la luz del sol fueron los cientos de personas que se daban su baño diario a orillas del río sagrado. Pequeños, jóvenes y mayores, nadie está exento de zambullirse en el Ganges y, a continuación, dedicar unas plegarias a Shiva, el dios hindú. La verdad es que sorprende ver como la gente se baña en un río donde hay tantísima suciedad, además de centenares de cuerpos en descomposición y tantas otras cosas... Ellos lo hacen con tanta naturalidad, cuando juntan sus manos llamando a su dios, concentrados, y se ven felices cuando ese agua de dudosa higiene alcanza cada milímetro de sus pieles morenas.

Después de recorrer los ghats de arriba a bajo nos metimos por las callejuelas que quedan por encima de estos. Calles estrechísimas y bulliciosas, pasaras por donde pasaras cada uno te ofrecía lo suyo: ropa, tes, joyería, pongos (souvenirs cutres, vaya!), incluso te paraban para ofrecerte que compraras papel de váter, y yo pensaba ¿pero tanto crees que lo necesito que se me lee en la cara y por eso me lo ofreces? En fin, que no sólo tenía que esta diciendo "no" contínuamente, sinó que además tenía que ir con cuidado de no ser atropellada por una moto, de no pisar una mierda de vaca gigante o de ir sorteando la fauna animal que se extendía entre calle y calle. Y qué bonito el bullicio! Un lugar gana encanto y belleza en proporción a la vidilla que haya en las calles, ¿no creéis?

Estando en Varanasi coincidíamos con el festival Kumbh Mela, que es un peregrinaje de fe hindú en el cual los hindúes se congregan para bañarse en un río sagrado, es una de las congregaciones religiosas más grandes del mundo. A pesar de que el baño no era exactamente en Varanasi, sinó que era en Allahabad (a unos 100 km), la ciudad se convierte en el punto de encuentro de todo peregrino, por lo que la vidilla de la que os hablaba augmenta enormemente, miles de sadhus se reúnen ofreciendo a todo paseante su bendición y, a los que no estamos acotumbrados a verlos, nos ofrecen su desnudez, sus cenizas sagradas esparcidas por el cuerpo, sus rastas y moños; y nos dibujan expresiones de sorpresa y nos plantean preguntas, miles de preguntas.

Si no hablo de la muerte en esta entrada sería como si no hubiese pasado por Varanasi, donde, como os contaba, la muerte se respira, se toca, se huele, se escucha, se ve, se siente... Siento la necesidad de hablar de ello, aunque no es algo de lo que normalmente suela hablar. Mi propia muerte me infunde una sensación de vacío inmensa, la de mis seres queridos me asusta y me aterra lo más grande, y entonces llego aquí y veo como es la muerte para el hinduísmo, como los familiares de los difuntos no derraman ni una sola lágrima (si lo hacen las almas de sus seres queridos no llegan a alcanzar el Nirvana), como viven la muerte sin inmutarse, como la adoptan como algo natural. No digo que nosotros debamos hacer lo mismo, nuestras culturas son dos mundos opuestos y, en mi caso, no simpatizo con ninguna religión... Pero quizás deberíamos encontrar un equilibrio entre el dolor por una pérdida y el fin de algo que empezó siendo pequeño, bonito, inocente y poco a poco fue creciendo, fortaleciéndose, madurando, repartiendo más vida, trabajando, envejeciendo y, finalmente, dejando este mundo que, al fin y al cabo, todos hemos llegado para marcharnos.

jueves, 21 de febrero de 2013

De Nepal a Índia en 13 días

Últimamente estoy un poco perezosa con esto de escribir, pero no os preocupéis que hoy os dejo un buen resumen de mis días en Nepal, que ya pronto termina mi paso por aquí para continuar por la Índia de nuevo.

Katmandú ha sido nuestra primera parada en Nepal. Sobre la capital de este pequeño país he de decir que la contaminación es un gravísimo problema, un punto muy negativo que ensucia en exceso el encanto de este país. Los vehículos, las toneladas de basura arrojadas al río, la incineración también de basura en la calle, los propios habitantes que no cooperan o quizás no son conscientes de toda esa suciedad que respiran cada día durante tantísimas horas... La verdad es que se hace difícil respirar según qué días. De no ser por eso Katmandú sería mucho más bonito, sus templos lucirían más y su cielo dejaría de estar enturbiado. Aun así, os digo que el ambiente que he respirado aquí es muy alegre, he disfrutado viendo los majestuosos templos y estupas budistas, sus monjes haciendo paseos de meditación inseparables siempre de su mala (el rosario de los budistas), de una devoción general por la religión que me ha asombrado a la par que me ha gustado, de los ajetreos de los pequeños e incómodos autobuses locales, de los trabajadores de agencias de trekking que te asaltan en medio de Thamel para ofrecerte sus maravillosos packs...

También he de decir que cada día me asombra más mirar a las personas y ver lo diferentes que somos los humanos: la piel, los ojos, las facciones, el pelo, la estatura... Contra más me fijo en pequeños y mayores, mayor es mi admiración por la naturaleza, por hacernos a todos tan iguales por dentro y tan sumamente diferentes por fuera.

Katmandú me gustaba... Pero había que huir un poquito de esta polución y por eso nos desplazamos al norte, a Pokhara, donde llegamos el 9 de febrero después de un viaje de 6 horas en bus en el que durante mucho rato tuve el corazón en un puño. ¿Os cuento por qué? Bien, según me contó un pajarito, Nepal forma parte de un programa de TV que se llama "Las peores carreteras del mundo", pues doy fe de ello: carreteras en estado pésimo y estrechísimas, adelantamientos imposibles entre autobuses  y camiones, acantilados inmensos... En fin, todos los adjetivos que precisa una carretera decrépita y altamente peligrosa! No obstante, al dejar atrás los acantilados y las pequeñas aldeas que fuimos pasando pude disfrutar de una panorámica maravillosa del Annapurna Himalayan Range, con la cima del Machhapuchhre (6993 metros) como protagonista del plano; sinceramente ver estas gigantescas montañas impresiona muchísimo!

Pokhara es la segunda ciudad de Nepal, es totalmente diferente a Katmandú en todos los sentidos empezando, sobre todo, por la contaminación y la suciedad, que es mucho menor y parece ser que los lugareños son más conscientes. Entre todos limpian las calles a primerísima hora de la mañana e incluso hay papeleras en las calles, cosa que cuesta mucho de ver por regla general.

Bien, Pokhara está presidido por Phewa Lake, quién a su vez acompañan unas montañas frondosas y, elevando un poquito la vista... Las Annapurnas! Esta pequeña ciudad brilla por su ambiente mochilero y, por encima de todo, aventurero. Es un lugar donde puedes poner la adrenalina hasta los topes de tantas maneras como gustes: paracaidismo, piragüismo, escalada, trekking, vuelo ultraligero... Y un largo etcétera! Pero nosotras nos habíamos decantado por el trekking, así que el día 11 de febrero emprendimos la excursión, la intención era hacer una salida de unos 8 días, pero acabó siendo de dos noches puesto que Marta se puso mala de la barriga. He de decir que fue muy bonito mientras duró, a cada pasito que dábamos entre aldea y aldea, esa belleza se incrementaba: los bancos de cultivos en las montañas, los búfalos paseando a sus anchas, el agua del río que bajaba límpia y abundante y de vez en cuando nos regalaba na cascada... Cada pequeño detalle que observaba hacía que valiesen la pena un millón de agujetas en cada músculo de mi cuerpo! Aunque no pudimos terminar, me quedo con un momento de la subida en que un niño de unos dos añitos se enganchó a mi mano y quiso venir con nosotras, después me miraba, se levantaba la camiseta para que le hiciese cosquillas y se reía tanto... Y el pequeño no me soltaba la mano, así que tuve que dar la vuelta para devolverlo a su madre, aunque la verdad... Me lo hubiese llevado para casa!

Una vez llegamos a Pokhara después del epic fail del trekking nos volvimos a Katmandú a la mañana siguiente, donde todavía nos quedaban un par de cosillas por ver: Bakhtapur y Pashupatinath fueron nuestras últimas paradas en la capital antes de, por enésima vez, emprender un viaje en autobús hacia Lumbini, que ya quedaba cerca de Sinauli Border para pasar a pie nuestra primera frontera y dirigirnos a Varanasi.

Lumbini es una población minúscula, pero es donde nació Lord Buddha, así que no podía dejar perder la oportunidad de verlo por una vez en la vida. El lugar de nacimiento de este ser religioso estaba en un templo en ruinas (algo parecido a unas ruinas romanas) y había un punto con una placa que decía: "this is the exact birthplace of Lord Buddha". Una vez visto eso ya puedo dormir tranquila por la noche... Jaja! Bueno, tampoco es eso pero he estado leyendo sobre budismo en mi aislamiento en Kashmir y he de decir que es una religión que da muy pero que muy buen rollete, aunque también le he visto algunas cosillas más negativas, pero básicamente en los libros la enfocan como un camino hacia la paz, la comprensión del ser humano sea cual sea su condición y opinión y, sobre todo, fundamentada en la amistad y el amor; según como puede parecer muy pero que muy cursi, pero cuando te adentras un poco ves que el fondo es bueno. Durante el paseo por el complejo budista, donde había hasta 17 templos de diferentes países, pude leer diferentes frases, como por ejemplo "friendship is the only cure for hatred, the only guarantee of peace", "hatred never ceases by hatred. Hatred ceases through love. This is an unalterable law" o "all things appear and dissppear because of causes and conditions. Nothing exists independent, everything is in relation to everything else".

Al día siguiente otro madrugón! Los que me conocéis sabéis cuánto adoro dormir y dormir como si fuera a acabarse el mundo y, por supuesto, trasnochar a muerte... Pues aquí todo lo contrario! Cenar temprano, ir a dormir temprano, y el despertador, por consiguiente... Suena tempranísimo, parece que mi cuerpo ya se acostumbra a ello porque no me cuesta nada levantarme, creo que en breve hasta me despertaré sin despertador (qué gran desafío...). Bueno, a lo que iba, que otro madrugón para salir de Nepal y entrar a la Índia a pie; sinceramente esperábamos una burocracia más complicada, pero salir de un país y entrar a otro es coser y cantar!

Bien, aquí os dejo con este pequeño rollito, prometo para mi pase por la Índia escribir más a menudo... :)

martes, 5 de febrero de 2013

Bye bye Kashmir

Después de 17 días, hoy he dicho adiós a Kashmir. Ya había ganas de cambiar de ubicación y, además, en dos días llega mi compañera de viaje, Marta. Qué ganas de verla, de explicarle y de compartir lo que he vivido aquí! Y por supuesto de seguir viviendo esta aventura junto a ella!

Puesto que llevo bastantes días sin escribir, os haré un pequeño resumen de cómo han pasado los días en este lugar. Primero de todo, el aislamiento ha sido brutal, creo que jamás había estado tan desconectada del mundo y a la vez tan conectada con el lago, las montañas y el frío. He de decir que tuve un momento de bajeza a raíz del frío y quería marcharme tanto... Pero por suerte cuando se acerca febrero van subiendo poquito a poco las temperaturas.

Una vez superado el momento de pánico, empecé a disfrutar de todo esto todavía más. Llegó Tomoki, un bombero japonés retirado que es un encanto! El tío se pimpló una botella de Chivas Regal en dos noches (para el frío, claro!). En fin, que como Tomoki apenas se moría de frío, se fue a hacer un trekking a las montañas 3 días con Abdul, así que yo me quedé sola con Javeed, esos tres días solos nos han dado para mucho: para reírnos, contarnos cosas y quejarnos del sistema. La verdad es que yo me he indignado bastante sobre todo porque el pobre se pasa la vida aquí en la isla, va a ver a la família una vez al mes por no más de dos días y el viaje a casa le cuesta 3500 rupias, y él cobra 4000 (al mes). No entiendo por eso, por qué esta gente que está tan sumamente mal pagada y explotada puede adorar tanto a sus jefes, que solo con un turista que pague unos 500€ puede pagarle a un trabajador durante 10 meses! Y eso que la mayoría de turistas se dejan al menos 1000€... Estas cosas me hacen cuestionarme quién enseñó a quién a explotar al trabajador... Fuimos nosotros, verdad? En fin, como siempre, los ricos se hacen más ricos, y los pobres, al menos por lo que veo aquí, jamás tendrán la oportunidad de ser, no de clase media, sinó un poco menos pobres de lo que son.

Bien, como os decía, Javeed es un amor, tiene un inglés tan y tan gracioso, y siempre me cuenta secretillos y yo prometo guardarselos para siempre, dice que me mandará almendras a España, pero que yo le tengo que mandar un móvil molón, hasta me ha pedido el modelo, no sabe ná! A todo esto los días con él los pasamos cocinando, comprando en el market del lago, fuimos a la Post Office a comprar sellos para mandar postales (sentiros afortunados los primeros en recibir postal, porque nos tiramos hora y media para conseguir los malditos sellos... Fue una odisea!), también fuimos a visitar un viernes la White Mosque. Resulta que los viernes es el día que más gente va a rezar, así que cogimos un rickshaw (una moto-taxi con una cabina para dos personas) y subimos hasta la mezquita, para acceder a ella había que pasar por un mercado que me encantó, sobre todo por el bullicio de gente que había, casi ni se podía caminar por ahí, la mezquita estaba situada enfrente de Dal Lock así que las vistas eran preciosas, había muchísima gente, tanta que se amontonaban en los jardines de alrededor a rezar. La vuelta fue curiosa puesto que al rickshaw que cogimos se le acabó la gasolina, así que se le paraba el motor, volvía a arrancar, así hasta que Javeed tuvo que empujarlo para llegar a la gasolinera.

Después llegó mi cumpleaños, Tomoki ya había vuelto, y por la mañana me encendió una vela, la puso en un pastelito que me había comprado y me hizo soplar, más bonico! No fue la única vela que soplé, por la noche soplé una vela por teléfono con toda mi família, que me compraron un pastel y lo merendaron en mi honor, más majos todavía!!! Por la tarde llegó Cameron, americano, y Tomoki se fue. Cameron es un tío de estos interesados en la física cuántica, la entropía, los sueños lúcidos, etc. en fin, temas que a mí me quedan más que grandes, pero he de decir que las conversaciones con él han sido interesantes, es el rey de los "top 5", los hemos hecho de absolutamente todo lo que os podáis imaginar!

A la mañana siguiente de mi cumpleaños fuimos a pasear con Abdul por el casco viejo de Srinagar (depende como cuesta bastante reconocer la parte nueva de la vieja ya que el estado de ambas es bastante deplorable en general). Paseando por todas esas calles me preguntaba cómo es posible encontrar la belleza en la destrucción, por así decirlo. Supongo que no tiene nada de malo, al contrario, es bonito poder encontrar la belleza en todas las cosas que vemos a diario, puede que eso haga nuestra vida un poco más bella si cabe.

Al día siguiente de nuestro paseo por el casco viejo fuimos en jeep a tres lugares: un santuario en la montaña cuyo nombre no recuerdo, y dos jardines (Mughal Garden y Pahri Mal Garden). Primero de todo comentar que la banda sonora en el coche fue Enrique Iglesias en sus inicios con "es una experiencia religiosa...", sorprendente! Las vistas desde del santuario permitían ver Srinagar, así como una panorámica del lago con todos su centenares de House Boats, muy bonito. Los jardines la verdad es que también tenían muy buenas vistas pero en sí no tenían mucho encanto... Hubiese sido mejor visitarlos en primavera, pero que la vamos a hacer!

Los últimos días los he pasado de relax en la isla, además ha estado lloviendo casi a diario y la verdad que cruzar el lago lloviendo... Ha sido agradable, ya que llegó una pareja de belgas muy maja también y estos días hemos hablado, hemos arreglado el mundo, hemos jugado a cartas...

He llegado a Kathmandú esta noche, pronto mis impresiones!

That's all folks!!

viernes, 25 de enero de 2013

Paradise in snow


Dal Lake, donde me encuentro ahora, es un gran lago rodeado por las montañas del Himalaya. Cuando lo vi por primera vez me quedé totalmente prendada. Mis ojos no daban abasto, quería tener una vista panorámica para poder alcanzar todo el paisaje, empecé a hacer fotos como una loca, lo quería todo: los barcos y sus remeros, las montañas reflejadas en el agua con una nitidez absoluta, los house boat... Cada pequeño detalle que veía conformaba una belleza que jamás antes había percibido. El éxtasis visual no había terminado todavía, en cuanto me subí al al barquito y Abdul, un viejito adorable, empezó a remar lago adentro esa belleza se engrandeció, una vez habíamos pasado el montón de hoteles flotantes el lago se abrió, así que mirara donde mirara sólo veía las montañas. Después de casi media hora remando, llegamos a la pequeña islita dónde me hospedo. Había nevado la noche anterior, así que el pequeño huerto estaba lleno de nieve, también lo estaba el muelle que hay en la parte delantera del trocito de tierra.

Cuando entré a la casita no noté el cambio de temperatura... fría como ella sola! Por suerte cuando entré a la habitación en la que dormiría había una estufa de leña. En la habitación estaba Thomas, un chico inglés que pocas horas después me contaría que estaba desesperado por salir de este lugar, pues venía de estar dos meses borracho en Tailandia y tanta paz le atormentaba más que le tranquilizaba. En aquel momento pensé "Uf! Espero que esto no te pase, Agnès!". Después de comer decidí ir al pequeño muelle a disfrutar de las vistas, eran casi las cinco de la tarde y la niebla se había reducido dejando las montañas al descubierto; me senté y me tiré un rato observando la maravilla que me rodeaba, sentada pensaba "qué vas a hacer aquí tantos días?" Me respondí rápidamente: tienes una oportunidad para relajarte, sentir el frío, el aire, la naturaleza en estado puro, pensar o quizás no pensar, eso da igual, escribir... Creéis que soy capaz de eso? Los que me conocéis sabéis que tengo el culo inquieto, que me dan ataques de hiperactividad y que raramente se me puede ver suuuuper relajada... Pues os diré que los primeros dos días no fueron fáciles, pero poco a poco le voy pillando el truquillo, no está nada mal esto de estar apartada de la contaminación de la ciudad, del estrés, de la gente arriba y abajo, de tantas cosas por hacer y tan poco tiempo para hacerlas. Pues resulta que tiene su no sé qué, amigos!

En Dal Lake, cuando empieza a anochecer, hacia las seis de la tarde, los pájaros de posan en lo alto de los árboles desnudos y propinan sus cánticos a todo aquel que quiera escucharlos; estos cánticos se mezclan con las plegarias de los adeptos musulmanes, que en las mezquitas predican la adoración a su dios. Esta es la banda sonora que me acompaña, pero también hay muchos momentos de silencio, un silencio frío que tan solo rompe el voleteo de los patos en el agua y las gotas de agua que van cayendo del tejado de la casa...
 

viernes, 18 de enero de 2013

Namaste, Montse

Avui escric per dir adéu a la meva tieta, bé, de fet la meva tieta-àvia, encara que el parentesc sembli llunyà, la relació era més que propera.

La Montse era alegre, somrient, amant de les religions, del bon menjar, de la bona companyia, estimava a tot aquell que l'envoltava així com tots els que l'hem envoltat fins ara l'estimem, però algú allà dalt se l'ha endut abans d'hora, no era el moment que marxéssis, et quedaven moltes coses per fer, per viure, tanmateix has marxat havent fet allò que t'ha vingut de gust, havent vist món al costat dels teus, mai has parat de conèixer, de viure, de créixer, d'estimar...

Em costa acomiadar-me de tu a tants quilòmetres de distància, potser em costa perquè ja ho vaig fer una setmana enrere amb llàgrimes als ulls acompanyades d'un "t'estimo", perquè vaig poder passar un últim Nadal al teu costat, perquè et vaig poder veure gaudir d'aquell moment al costat dels teus...

Siguis on siguis, sé que ets en pau, i que ens miraràs i veuràs que estem contents perquè hem viscut amb tu infinitat de moments inoblidables. Has marcat la nostra existència i mai marxaràs de les nostres ànimes, sempre seràs dins nostre, Montse.

Descansa en pau.

Dos días en Nueva Delhi

No podía imaginar una llegada a Delhi tan desastrosa como la que tuve. Los hindús me recibieron con sus artimañas timadoras, he de decir que no caí en ninguno de sus engaños, pero me desesperaron así que me puse en modo "mar de lágrimas". No lo hice para ganarme al malnacido que intentaba engañarme pero se ve que sirvió para que me ofreciera alojamiento barato después de intentar venderme viajes de hasta 700€, ya que mi airport pick-up no apareció y el señor de la tourist info dónde me llevó el taxista hizo una supuesta llamada al hostel que había reservado desde Barcelona y el supuesto señor de mi hostel me dijo que estaba cerrado para la celebración del día de la República de Índia (26 de enero) pero... Me engañó! Resulta que debió de llamar a algún aliado... En fin, vamos a dejar esta historia aquí, porque la cuestión es que la cosa terminó bien aunque un poco bizarra porque ahora estoy arropada en otra tourist office pero con gente en la que parece que se puede confiar, aun así ando con ojo, no preocuparsu!

Ahora lo más importante... Hablemos de Nueva Delhi!

Nada más salir del aeropuerto vi la niebla que cubre todo Delhi, es una mezcla de polución y niebla que permanece en el aire independientemente de la hora del día que sea. En el taxi me sentí como en un videojuego de carreras de coches: no debes dejar de acelerar, no debes chocarte contra nada ni nadie, pero sobre todo, nunca debes parar! El sonido en Delhi está marcado por el ruido de los coches y por encima de todo, por el ruido de los claxons, que suenan sin cesar, así que aquí la contaminación acústica os podéis imaginar cómo es...

En el transcurso del viaje en taxi tenía los ojos más abiertos que nunca, todo lo que veía era nuevo así que tenía que estar atenta a todo. Perros, jabalís persiguiendo a monos en medio de la ciudad, gente cruzando carreteras llenas de coches deseosos de llegar a su destino, muchos hombres meando en la cuneta, niños pobres, basura, basura y más basura, mil puestos de fruta y tes, y los edificios viejos, viejísimos y grises, con algunas notas de color de los letreros. Cuando llegué a la zona donde estoy ahora, Channa Market, vi que Delhi no era tan gris, la ropa típica, la fruta y los carteles de las miles de tiendas que hay ofrecían un color necesario, aunque mellado por la niebla de la que os hablaba antes. Y que no se me olvide el olor... Un olor desagradable aunque soportable, dejémoslo así...

Si os soy sincera, llevando dos días aquí no me atrevo a salir sola a pasear, tampoco lo recomiendan otros turistas que he conocido, así como tampoco recomiendan un estancia más larga de 3 o 4 días en la caótica ciudad, de modo que seguramente me moveré al Norte a la zona de Cachemira, a la cordillera del Himalaya, os contaré en el siguiente post!

That's all, folks!