sábado, 23 de marzo de 2013

En busca de la tranquilidad

Desde la última vez que escribí han pasado muchísimas cosas, por lo pronto han sido cuatro trenes, ocho autobuses, doce paradas (Delhi, Jaipur, Pushkar, Ajmer, Jaisalmer, Jodhpur, Udaipur, Ahmedabad, Jalgaon, Aurangabad, Mumbai y Gokarna), ocho hoteles, un dolor de barriga, una magnificiente obra de arte realizada por el ser humano (las cuevas de Ellora), tres fuertes (Jaigarh Fort, Mehrangarh Fort y Jaisalmer Fort), tres lagos sagrados (Pushkar, Jodhpur y Udaipur), un camello, un desierto, la noche más estrellada de mi vida, una parejita de catalanes que no se nos escaparán, una clase de dibujo, una cabaña en la playa y miles de palmeras. Por supuesto, a todo ello nos han acompañado centenares de vacas, perros y suciedad, como es costumbre en Índia. En todos estos días que han pasado he tenido tiempo de maravillarme, horrorizarme, sorprenderme, agobiarme y estresarme y de acalorarme.

Me ha maravillado que el ser humano sea capaz de modelar templos insertados en montañas rocosas tantos siglos atrás y que ahora podamos admirar tan inmaculado resultado, tantos cientos de años de esfuerzo delante de unas miradas sobrecogidas por la magnificencia de tales obras de arte; también me ha maravillado dormir en las frías dunas del desierto del Thar bajo una población de estrellas infinita, jamás había visto tantas! Me ha horrorizado la mujer condenada al polvo, a la carga de materiales pesados, la mujer expuesta a enfermedades respiratorias, la mujer pidiendo comida en la calle con su pequeño desnudo a sus espaldas, me ha horrorizado que la mujer soltera o viuda quede en los últimos escalones de la sociedad. Me ha sorprendido, y no dejará de hacerlo, cuan exóticos somos a ojos de los índios, hemos pasado momentos preciosos rodeados de hombres, mujeres y niños mirándonos, sonriéndonos, cuchicheando y gesticulando sobre mi piercing (ha causado furor) preguntándose cómo he sido capaz de hacerme uno en ese sitio tan extraño, nos han regalado PEGATINAS, nos hemos hecho fotos, hemos hecho reír a ese grupo con nuestras tonterías y nuestro poco sentido del ridículo... Estos pequeños momentos hacen apreciar las diferencias culturales, el respeto y la admiración que podemos llegar a sentir los unos por los otros. Me he agobiado y estresado porque las grandes ciudades índias son caóticas, altamente ruidosas, están plagadas de vacas y por consiguiente de sus excrementos, porque tienes que estar pendiente de que no te atropellen contínuamente, porque hay mucha contaminación, y porque después de aguantar esto durante días apetece como nunca un sitio tranquilo, silencio. Por último me he acalorado, he sudado por todos vosotros amigos, soportando casi 40° con la mochila a las espaldas y andando en busca de hoteles, estaciones de tren o de autobús; calor durante el día, calor durante la noche... Calor, calor, calor!

Pues como estábamos cansadas de tanta ciudad decidimos ir en busca de la tranquilidad. En Aurangabad conocimos a Lawrence, un chico francés que nos recomendó Gokarna si lo que buscábamos era un sitio para relajarnos y desconectar. Así que nos hicimos con unos billetes de tren y pasamos en total unas 20 horitas de viaje, con Mumbai entre medio que, por cierto, nos sorprendió gratamente por su vegetación selvática, sus edificios coloniales, sus parques, su orden y sus poquísimas vacas!

Así, el 19 de marzo llegábamos a Gokarna, estado de Karnatka, al suroeste del país, donde nos recibía una vegetación poblada por miles de palmeras, bananeros, carreteras de arena rojiza y, en resumen, todos los colores cálidos que podáis imaginaros contrastando con el verde intenso de la flora de la zona. Una vez situadas en una pequeña cabaña a pie de playa supimos que habíamos acertado, habían valido la pena las horas de tren, el calor y el cansancio. Lo supimos cuando nos dimos cuenta de que el único sonido que nos acompañaba las 24 horas del día era el de las olas del mar, unas veces más enfurecidas que otras, pero el primer y último sonido del día... El mar. Bello. Relajante. Tranquilo. Adormecedor. 

Ahora nos queda el último sprint indio, una vez dejemos atrás la playa vamos de nuevo hacia el caos, dirección Calcuta, donde pasaremos nuestros últimos 5 días en este gran país.

viernes, 1 de marzo de 2013

Love made of marble

Un sábado 23 de febrero a las 6 de la mañana sonaba el despertador, no me costó levantarme, al contrario, iba a ver el Taj Mahal... por primera vez madrugaba para ver un monumento y, creédme, valió la pena hacerlo. Después de un buen desayuno nos dirijimos a la entrada sur del mausoleo, rodeado por una gran muralla rojiza. Una vez pasado el control de seguridad empezaban los nervios aquellos de "joder Agnès, que vas a ver el Taj Mahal, jo-der!", es decir, de esos nervios que tienes que convencerte a ti misma de que vas a hacer o ver algo tan guay que no sabes si estás soñando o qué.

Pues ni en mis mejores sueños había imaginado el Taj Mahal como lo es en realidad, es más, entre mi imaginación y la realidad había un grandísimo abismo. Después de pasar la primera puerta principal, un manto verde se extendía a mis pies, un carril de agua azul turquesa separaba ese césped cuidado al milímetro y a lo lejos... La grandilocuencia hecha de mármol blanco, un blanco brillante e impecable. Ese momento en que todos los turistas vemos el mausoleo de frente por primera vez estoy segura que es de foto: decenas de bocas abiertas, expresiones de sorpresa que vienen desde todos los ángulos del perímetro, centenares de disparos de cámaras fotográficas... En resumen, puedo deciros que el Taj Mahal es realmente alucinante, flipante, acojonante, impresionante y todo adjetivo que sirva para describir la magnificencia y la perfección de esta obra arquitectónica.

Y todavía no he hablado del romanticismo que se respira en cada rincón de esta obra de arte, pues el emperador Sha Jahan, a raiz de la muerte de su esposa preferida, Mumtaz Mahal, que falleció dando a luz a su decimocuarto hijo, quedó tan sumamente desconsolado por la pérdida que acto seguido mandó construir el Taj Mahal como ofrenda póstuma. Además, este sería el templo donde, una vez muerto el emperador, yacerían juntos para siempre.

Podría mirar de hablaros más de lo que vi y sentí aquel día, pero se me hace difícil ir más allá de estas palabras, sólo puedo deciros que si váis de viaje a Índia, no podéis dejar pasar la oportunidad de ver esta maravilla.

Pieces of Varanasi

#view from Ganga#sunrise from ganga
#sadhu
Varanasi, un álbum en Flickr.