Dal Lake, donde me encuentro ahora, es un gran lago rodeado por las montañas del Himalaya. Cuando lo vi por primera vez me quedé totalmente prendada. Mis ojos no daban abasto, quería tener una vista panorámica para poder alcanzar todo el paisaje, empecé a hacer fotos como una loca, lo quería todo: los barcos y sus remeros, las montañas reflejadas en el agua con una nitidez absoluta, los house boat... Cada pequeño detalle que veía conformaba una belleza que jamás antes había percibido. El éxtasis visual no había terminado todavía, en cuanto me subí al al barquito y Abdul, un viejito adorable, empezó a remar lago adentro esa belleza se engrandeció, una vez habíamos pasado el montón de hoteles flotantes el lago se abrió, así que mirara donde mirara sólo veía las montañas. Después de casi media hora remando, llegamos a la pequeña islita dónde me hospedo. Había nevado la noche anterior, así que el pequeño huerto estaba lleno de nieve, también lo estaba el muelle que hay en la parte delantera del trocito de tierra.
Cuando entré a la casita no noté el cambio de temperatura... fría como ella sola! Por suerte cuando entré a la habitación en la que dormiría había una estufa de leña. En la habitación estaba Thomas, un chico inglés que pocas horas después me contaría que estaba desesperado por salir de este lugar, pues venía de estar dos meses borracho en Tailandia y tanta paz le atormentaba más que le tranquilizaba. En aquel momento pensé "Uf! Espero que esto no te pase, Agnès!". Después de comer decidí ir al pequeño muelle a disfrutar de las vistas, eran casi las cinco de la tarde y la niebla se había reducido dejando las montañas al descubierto; me senté y me tiré un rato observando la maravilla que me rodeaba, sentada pensaba "qué vas a hacer aquí tantos días?" Me respondí rápidamente: tienes una oportunidad para relajarte, sentir el frío, el aire, la naturaleza en estado puro, pensar o quizás no pensar, eso da igual, escribir... Creéis que soy capaz de eso? Los que me conocéis sabéis que tengo el culo inquieto, que me dan ataques de hiperactividad y que raramente se me puede ver suuuuper relajada... Pues os diré que los primeros dos días no fueron fáciles, pero poco a poco le voy pillando el truquillo, no está nada mal esto de estar apartada de la contaminación de la ciudad, del estrés, de la gente arriba y abajo, de tantas cosas por hacer y tan poco tiempo para hacerlas. Pues resulta que tiene su no sé qué, amigos!
En Dal Lake, cuando empieza a anochecer, hacia las seis de la tarde, los pájaros de posan en lo alto de los árboles desnudos y propinan sus cánticos a todo aquel que quiera escucharlos; estos cánticos se mezclan con las plegarias de los adeptos musulmanes, que en las mezquitas predican la adoración a su dios. Esta es la banda sonora que me acompaña, pero también hay muchos momentos de silencio, un silencio frío que tan solo rompe el voleteo de los patos en el agua y las gotas de agua que van cayendo del tejado de la casa...