martes, 2 de abril de 2013

I'm gonna make you smile

A nuestro paso por Calcuta estábamos decididas a empezar a satisfacer nuestras ganas de hacer un voluntariado, de participar, compartir, ayudar y cuidar desinteresadamente a aquellos que lo necesitaran. ¿Por qué Calcuta? Primero de todo, porque puedes ayudar sin pagar, lo cual me parece lo más lógico y racional del mundo, y en segundo lugar, porque esta gran ciudad con 14 millones de habitantes es mundialmente conocida por la presencia y el trabajo, durante años, de una enviada de Dios, la madre Teresa y su séquito de sisters, claro.

Dios la mandó para intentar evitar que en las calles de esta urbe no hubiese cerca de 4 millones de personas desamparadas, sin techo y en unas condiciones de vida desastrosas, y he de decir que viendo el panorama general en Índia esto es una gran utopía; pero bueno, volvamos, la mandó para eso y ella junto con el resto de su hermandad de Missionaries of Charity consiguió emparar a centenares de personas en sus hospitales, escuelas y residencias. Pues bien, nosotras a las 7 de una calurosa pero lluviosa mañana ya estábamos listas para lo que se nos viniera encima, con ganas de ayudar y saber, por vez primera, que se sentía al tomar parte en un voluntariado de este calibre.
 

Una vez registradas, se nos comunicó que ibamos a ir a ayudar a Prem Dan, un hospital de mujeres con largas enfermedades. Bien, así es como nos lo explicó una española que conocimos, pero a mí me pareció mucho más una residencia de mujeres tristes y maltratadas, mujeres que necesitaban que alguien les devolviera una sonrisa, mujeres que habían nacido como yo, como vosotros, pero que el paso del tiempo, las famílias en qué nacieron y las personas que las rodearon las fueron aminaroando y creando seres desvalidos y condenados perpétuamente a un letargo de tristeza.

Imagino esas mujeres que una vez fueron niñas felices, sin preocupaciones, sonrientes e inocentes y las veo ahora sentadas en esas sillas, como almas moribundas que esperan el final en soledad. Qué miradas tan tristes, sus cuerpos pequeños y huesudos, sus cabezas rapadas, sus arrugas... Parecía que cada una de ellas había perdido su propia identidad hacía muchísimo tiempo. A pesar de todo lo que estas mujeres llevan encima, tienen la suerte de contar cada día con decenas de voluntarios dispuestos a regalarles sonrisas, darles cháchara, hacer que sientan el calor de tu piel contra la suya para darles un instante de seguridad, hacerles sentir que ese vínculo que en un momento de sus vidas se desvaneció está ahora presente, esa mano recorriendo sus mejillas hundidas haciendo salir de esas bocas desdentadas un bella sonrisa y una mirada de complicidad que llena a cualquiera.

El primer día fui espectadora de una escena tierna, de un grito a la necesidad de cariño, de evitar la soledad mediante el contacto: después de la comida, cada mujer se dirigía a su cama a echarse una siesta, yo estaba entrando al gran dormitorio cuando vi dos ancianas en camas contiguas que se daban la mano, se palpaban, inspeccionándose mútuamente con los dedos, sin hablar, sin cruzar sus miradas, pero sintiéndose en este mundo gracias al calor de sus pieles. Bien, creo que por muchos detalles que os diese de lo que vi... No puedo acabar de explicar al 100% lo que sentí al ver esa imagen, sólo puedo deciros que se me erizó la piel al instante.

Cuando acabó la jornada me sorprendió escuchar de refilón una conversación, una chica le decía a una mujer que ahora que había visto esto tenía que rezar más, y yo me pregunté ¿para qué? ¿Para que estas mujeres vuelvan a tener algún día la vida que merecieron? ¿Para que algunos hombres no quemen con ácido a sus mujeres? ¿Para que no haya mujeres violadas? ¿Para que el panorama cambie gracias a la ayuda divina? Muchos dioses harían falta para solucionar lo que sucede en esta sociedad, las desigualdades, la pobreza extrema, los maltratos, el analfabetismo... un sinfín de causas que provocan inefablemente un bucle de efectos negativos, un pez que se muerde la cola, unos inetereses económicos que desplazan, como siempre, al pueblo mundano.

No, ningún dios hará que esto cambie por mucho que los creyentes le recen. Hey, pero no os preocupéis, nosotros podemos hacer sonreír esas personas cada día un poquito, ¿qué cuesta una sonrisa?